El ministro de Bellas Artes (a cuyo ministerio se había anexado últimamente la nueva subsección de Ingeniería Electoral) le hizo una visita de trabajo al gran visir. De acuerdo con la etiqueta oriental, discurrieron un rato sobre temas indiferentes. El ministro se detuvo a tiempo para omitir una referencia casual a la Maratón que se había corrido, cuando recordó que el gran visir tenía una abuela persa y podía considerar la alusión a Maratón como una falta de tacto.
A continuación el ministro entró en el tema de su entrevista.
-¿Bajo la nueva constitución, las mujeres tendrán el voto? -preguntó repentinamente.
-¿Tener el voto? ¿Las mujeres? -exclamó el visir con cierta estupefacción-. Mi querido pashá, la nueva carta tiene cierto sabor de absurdo así como está; no tratemos de convertirlo en algo completamente ridículo. Las mujeres no tienen alma, ni inteligencia, ¿por qué demonios van a tener el voto?
-Sé que suena absurdo -dijo el ministro-, pero en Occidente están considerando esa idea seriamente.