sábado, 31 de octubre de 2009

Una cita al día 85

"Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, es mía".

Anaxágoras (500 - 428 a. C.) Filósofo griego






Deyanira Uriostegui

Una cita al día 84

"La belleza no mira, sólo es mirada."

Albert Einstein (1879 - 1955) Físico de origen alemán, nacionalizado suizo y estoadounidense.







René Ostos ;)

jueves, 29 de octubre de 2009

Una cita al día 83

"Se dice que la palabra distingue al hombre de las bestias, pero es la palabra precisamente la que revela muchas veces la bestialidad de algún hombre".

Carlo Dossi (1849-1910) Escritor italiano




Deyanira Uriostegui

Dicen que la muerte - Rockdrigo González

Se acerca el día de muertos en México, y que mejor que empezar las festividades con esta chidísima rola del desaparecido Profeta del Nopal, Rockdrigo González.



Un abrazo pa'l Rockdrigo, donde quiera que esté.

René Ostos ;)

Una cita al día 82

"Los que sueñan de día son conscientes de muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche."

Edgar Allan Poe (1809 - 1849) Escritor, poeta, crítico y periodista estadounidense.


René Ostos ;)

Geri vs. Geri

¿Quién ganará?



René Ostos ;)

martes, 27 de octubre de 2009

Una cita al día 81

"Nada más triste que el espectáculo de un país que por temor soporta un gobierno detestado".

André Maurois (1885-1967) Novelista y ensayista francés.





Deyanira Uriostegui

Una cita al día 80

"A quien dices tu secreto das tu libertad." (La Celestina)

Fernando de Rojas (1470 - 1541) Dramaturgo español.







René Ostos ;)

La paloma - Eugenia León

Que mejor que esta canción para los tiempos que estamos viviendo.



René Ostos ;)

lunes, 26 de octubre de 2009

El extraño - H.P. Lovecraft

Infeliz es aquel a quien sus recuerdos infantiles sólo traen miedo y tristeza. Desgraciado aquel que vuelve la mirada hacia horas solitarias en bastos y lúgubres recintos de cortinados marrones y alucinantes hileras de antiguos volúmenes, o hacia pavorosas vigilias a la sombra de árboles descomunales y grotescos, cargados de enredaderas, que agitan silenciosamente en las alturas sus ramas retorcidas. Tal es lo que los dioses me destinaron... a mí, el aturdido, el frustrado, el estéril, el arruinado; sin embargo, me siento extrañamente satisfecho y me aferro con desesperación a esos recuerdos marchitos cada vez que mi mente amenaza con ir más allá, hacia el otro.

No sé dónde nací, salvo que el castillo era infinitamente horrible, lleno de pasadizos oscuros y con altos cielos rasos donde la mirada sólo hallaba telarañas y sombras. Las piedras de los agrietados corredores estaban siempre odiosamente húmedas y por doquier se percibía un olor maldito, como de pilas de cadáveres de generaciones muertas. Jamás había luz, por lo que solía encender velas y quedarme mirándolas fijamente en busca de alivio; tampoco afuera brillaba el sol, ya que esas terribles arboledas se elevaban por encima de la torre más alta. Una sola, una torre negra, sobrepasaba el ramaje y salía al cielo abierto y desconocido, pero estaba casi en ruinas y sólo se podía ascender a ella por un escarpado muro poco menos que imposible de escalar.

Una cita al día 79

"La mucha luz es como la mucha sombra: no deja ver"

Octavio Paz (1914 - 1998) Poeta, escritor, ensayista, diplomático mexicano y premio Nobel de Literatura.






René Ostos ;)

Amor y matrimonio

Con los años el matrimonio se vuelve rutinario y hace falta una pequeña chispa que vuelva a encender las llamas de la pasión... pero tengan cuidado, podrían presentarse resultados inesperados.



René Ostos ;)

domingo, 25 de octubre de 2009

Apariciones

Dicen los que saben que cuando un "ser superior" se manifiesta entre nosotros es para renovar la fe en aquellos que la han perdido.

Justamente esto fue lo que le pasó a una mujer de Carolina del Norte (E.U.). Se disponía a degustar una rica chuleta de puerco cuando se percató, que su rica y grasienta chuleta tenía la forma de... Rodolfo, el reno de la nariz roja.


Al parecer la mujer había perdido la fe en el gordito de la coca, a la temprana edad de 10 años, cuando se dio cuenta de que eran puras mam... y desde entonces jamás volvió a dejar galletas y leche junto al árbol, ni a escribir su cartita pidiendo mil madres, ni volvió a cantar villancicos, etc. Esto entristeció mucho al tal Santa, por eso hizo que Rodolfo se manifestará en la chuleta, utilizándola como instrumento de la fe. =P

Fuente: Fox4kc

René Ostos ;)

sábado, 24 de octubre de 2009

Una cita al día 78

"De todas las aberraciones sexuales, la más singular tal vez sea la castidad".

Remy de Gourmont (1858 - 1915) Novelista, periodista y crítico de arte francés.





Deyanira Uriostegui

La Polonesa Heroica - Chopin

Bellisima interpretación de Martha Argerich.



A veces pienso que los pianistas de esta calidad poseen dos cerebros, uno totalmente independiente del otro... increíble.

René Ostos ;)

Una cita al día 77

"Hay un secreto para vivir feliz con la persona amada: no pretender modificarla"

Dante Alighieri (1265 - 1321) Poeta y escritor italiano.







René Ostos ;)

jueves, 22 de octubre de 2009

Una cita al día 76

"Sé que sólo hay una libertad: la de pensamiento".

Antoine de Saint-Exupery (1900–1944) Escritor y aviador francés.






Deyanira Uriostegui

Recursos para el Nokia 5130

Hace ya varios meses que quedé prendado del Nokia 5130, un excelente teléfono que cuenta con reproductor de música, cámara de 2mp, agenda, juegos, calendario calculadora... todo con la garantía de calidad que ofrece Nokia...

En fin, basta de comerciales. Como estoy seguro que no soy el único feliz poseedor de este amigable móvil, dejo para ustedes un enlace a Lasykmy5130 para que bajen juegos, temas, tonos, tapices, protectores de pantalla y software para su 5130. Y como siempre ¡Es gratis! =D

René Ostos ;)

Una cita al día 75

"El mundo no está amenazado por las malas personas, sino por aquellos que permiten la maldad."

Albert Einstein (1879 - 1955) Físico de origen alemán, nacionalizado suizo y estadounidense.


René Ostos;)

miércoles, 21 de octubre de 2009

Fin del mundo fin - Julio Cortázar

Como los escribas continuarán, los pocos lectores que en el mundo había van a cambiar de oficio y se pondrán también de escribas. Cada vez más los países serán de escribas y de fábricas de papel y tinta, los escribas de día y las máquinas de noche para imprimir el trabajo de los escribas. Primero las bibliotecas desbordarán de las casas, entonces las municipalidades deciden (ya estamos en la cosa) sacrificar los terrenos de juegos infantiles para ampliar las bibliotecas. Después ceden los teatros, las maternidades, los mataderos, las cantinas, los hospitales. Los pobres aprovechan los libros como ladrillos, los pegan con cemento y hacen paredes de libros y viven en cabañas de libros. Entonces pasa que los libros rebasan las ciudades y entran en los campos, van aplastando los trigales y los campos de girasol, apenas si la dirección de vialidad consigue que las rutas queden despejadas entre dos altísimas paredes de libros. A veces una pared cede y hay espantosas catástrofes automovilísticas. Los escribas trabajan sin tregua porque la humanidad respeta las vocaciones, y los impresores llegan ya a orillas del mar. El presidente de la república habla por teléfono con los presidentes de las repúblicas, y propone inteligentemente precipitar al mar el sobrante de libros, lo cual se cumple al mismo tiempo en todas las costas del mundo. Así los escribas siberianos ven sus impresos precipitados al mar glacial, y los escribas indonesios etcétera. Esto permite a los escribas aumentar su producción, porque en la tierra vuelve a haber espacio para almacenar sus libros. No piensan que el mar tiene fondo, y que en el fondo del mar empiezan a amontonarse los impresos, primero en forma de pasta aglutinante, después en forma de pasta consolidante, y por fin como un piso resistente aunque viscoso que sube diariamente algunos metros y que terminar por llegar a la superficie. Entonces muchas aguas invaden muchas tierras, se produce una nueva distribución de continentes y océanos, y presidentes de diversas repúblicas son sustituidos por lagos y penínsulas, presidentes de otras repúblicas ven abrirse inmensos territorios a sus ambiciones etcétera. El agua marina, puesta con tanta violencia a expandirse, se evapora más que antes, o busca reposo mezclándose con los impresos para formar la pasta aglutinante, al punto que un día los capitanes de los barcos de las grandes rutas advierten que los barcos avanzan lentamente, de treinta nudos bajan a veinte, a quince, y los motores jadean y las hélices se deforman. Por fin todos los barcos se detienen en distintos puntos de los mares, atrapados por la pasta, y los escribas del mundo entero escriben millares de impresos explicando el fenómeno y llenos de una gran alegría. Los presidentes y los capitanes deciden convertir los barcos en islas y casinos, el público va a pie sobre los mares de cartón a las islas y casinos donde orquestas típicas y características amenizan el ambiente climatizado y se baila hasta avanzadas horas de la madrugada. Nuevos impresos se amontonan a orillas del mar, pero es imposible meterlos en la pasta, y así crecen murallas de impresos y nacen montañas a orillas de los antiguos mares. Los escribas comprenden que las fábricas de papel y tinta van a quebrar, y escriben con letra cada vez más menuda, aprovechando hasta los rincones más imperceptibles de cada papel. Cuando se termina la tinta escriben con lápiz etcétera; al terminarse el papel escriben en tablas y baldosas etcétera. Empieza a difundirse la costumbre de intercalar un texto en otro para aprovechar las entrelíneas, o se borra con hojas de afeitar las letras impresas para usar de nuevo el papel. Los escribas trabajan lentamente, pero su número es tan inmenso que los impresos separan ya por completo las tierras de los lechos de los antiguos mares. En la tierra vive precariamente la raza de los escribas, condenada a extinguirse, y en el mar están las islas y los casinos o sea los transatlánticos donde se han refugiado los presidentes de las repúblicas, y donde se celebran grandes fiestas y se cambian mensajes de isla a isla, de presidente a presidente, y de capitán a capitán.

Sobre el autor


René Ostos ;)

Los 10 sitios más visitados

En el ranking de alexa.com, página encargada del conteo de las páginas más solicitadas en la Web a nivel mundial, presenta los 100 sitios más visitados en México. A continuación el Top 10

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Una cita al día 74

"La política saca a flote lo peor del ser humano".

Mario Vargas Llosa (1936-?) Escritor peruano






Deyanira Uriostegui

martes, 20 de octubre de 2009

Una cita al día 73

"La violencia es el miedo a los ideales de los demás."

Mahatma Gandhi
(1869-1948) Político y filósofo indio.







René Ostos ;)

Consecuencias de la masturbación

Dicen los expertos que mastubarse no tiene ninguna consecuencia, pero las siguientes imagenes muestran lo contario.



Jajaja, el nombre de este sujeto es Matthias Schlitte, es el campeón alemán de fuercitas (vencidas, pulsos). Simplemente se le ocurrió que para su actividad era un desperdicio entrenar su brazo izquierdo. Grotesco ¿No?

lunes, 19 de octubre de 2009

sábado, 17 de octubre de 2009

Una cita al día 71

"La televisión ha hecho maravillas por mi cultura. En cuanto alguien enciende la televisión, voy a la biblioteca y me leo un buen libro."

Groucho Marx (1890-1977) Actor, comediante y escritor estadounidense




Deyanira Uriostegui

El Terrible Anciano - H.P. Lovecraft

Fue la idea de Ángelo Ricci, Joe Czanek y Manuel Silva hacer una visita al Terrible Anciano. El anciano vive a solas en una casa muy antigua de la Calle Walter próxima al mar, y se le conoce por ser un hombre extraordinariamente rico a la vez que por tener una salud extremadamente delicada... lo cual constituye un atractivo señuelo para hombres de la profesión de los señores Ricci, Czanek y Silva, pues su profesión era nada menos digno que el latrocinio de lo ajeno.

Los vecinos de Kingsport dicen y piensan muchas cosas acerca del Terrible Anciano, cosas que, generalmente, lo protegen de las atenciones de caballeros como el señor Ricci y sus colegas, a pesar de la casi absoluta certidumbre de que oculta una fortuna de incierta magnitud en algún rincón de su enmohecida y venerable mansión. En verdad, es una persona muy extraña, que al parecer fue capitán de veleros de las Indias Orientales en su día. Es tan viejo que nadie recuerda cuándo fue joven, y tan taciturno que pocos saben su verdadero nombre. Entre los nudosos árboles del jardín delantero de su vieja y nada descuidada residencia conserva una extraña colección de grandes piedras, singularmente agrupadas y pintadas de forma que semejan los ídolos de algún lóbrego templo oriental. Semejante colección ahuyenta a la mayoría de los chiquillos que gustan burlarse de su barba y cabello, largos y canosos, o romper las ventanas de pequeño marco de su vivienda con diabólicos proyectiles. Pero hay otras cosas que atemorizan a las gentes mayores y de talante curioso que en ocasiones se acercan a hurtadillas hasta la casa para escudriñar el interior a través de las vidrieras cubiertas de polvo. Estas gentes dicen que sobre la mesa de una desnuda habitación del piso bajo hay muchas botellas raras, cada una de las cuales tiene en su interior un trocito de plomo suspendido de una cuerda, como si fuese un péndulo. Y dicen que el Terrible Anciano habla a las botellas, llamándolas por nombres tales como Jack, Cara Cortada, Tom el Largo, Joe el Español, Peters y Mate Ellis, y que siempre que habla a una botella el pendulito de plomo que lleva dentro emite unas vibraciones precisas a modo de respuesta. A quienes han visto al alto y enjuto Terrible Anciano en una de esas singulares conversaciones no se les ocurre volver a verlo más. Pero Ángelo Ricci, Joe Czanek y Manuel Silva no eran naturales de Kingsport. Pertenecían a esa nueva y heterogénea estirpe extranjera que queda al margen del atractivo círculo de la vida y tradiciones de Nueva Inglaterra, y no vieron en el Terrible Anciano otra cosa que un viejo achacoso y prácticamente indefenso, que no podía andar sin la ayuda de su nudoso cayado, y cuyas escuálidas y endebles manos temblaban de modo harto lastimoso. A su manera, se compadecían mucho del solitario e impopular anciano, a quien todos rehuían y a quien no había perro que no ladrase con especial virulencia. Pero los negocios, y, para un ladrón entregado de lleno a su profesión, siempre es tentador y provocativo un anciano de salud enfermiza que no tiene cuenta abierta en el banco, y que para subvenir a sus escasas necesidades paga en la tienda del pueblo con oro y plata españoles acuñados dos siglos atrás.

Los señores Ricci, Czanek y Silva eligieron la noche del once de abril para efectuar su visita. El señor Ricci y el señor Silva se encargarían de hablar con el pobre y anciano caballero, mientras el señor Czanek se quedaba esperándolos a los dos y a su presumible cargamento metálico en un coche cubierto, en la Calle Ship, junto a la verja del alto muro posterior de la finca de su anfitrión. El deseo de eludir explicaciones innecesarias en caso de una aparición inesperada de la policía aceleró los planes para una huida sin apuros y sin alharacas.

Tal como lo habían proyectado, los tres aventureros se pusieron manos a la obra por separado con objeto de evitar cualquier malintencionada sospecha a posteriori. Los señores Ricci y Silva se encontraron en la Calle Walter junto a la puerta de entrada de la casa del anciano, y aunque no les gustó cómo se reflejaba la luna en las piedras pintadas que se veían por entre las ramas en flor de los retorcidos árboles, tenían cosas en qué pensar más importantes que dejar volar su imaginación con manidas supersticiones. Temían que fuese una tarea desagradable hacerle soltar la lengua al Terrible Anciano para averiguar el paradero de su oro y plata, pues los viejos lobos marinos son particularmente testarudos y perversos. En cualquier caso, se trataba de alguien muy anciano y endeble, y ellos eran dos personas que iban a visitarlo. Los señores Ricci y Silva eran expertos en el arte de volver volubles a los tercos, y los gritos de un débil y más que venerable anciano no son difíciles de sofocar. Así que se acercaron hasta la única ventana alumbrada y escucharon cómo el Terrible Anciano hablaba en tono infantil a sus botellas con péndulos. Se pusieron sendas máscaras y llamaron con delicadeza en la descolorida puerta de roble.

La espera le pareció muy larga al señor Czanek, que se agitaba inquieto en el coche aparcado junto a la verja posterior de la casa del Terrible Anciano, en la Calle Ship. Era una persona más impresionable de lo normal, y no le gustaron nada los espantosos gritos que había oído en la mansión momentos antes de la hora fijada para iniciar la operación. ¿No les había dicho a sus compañeros que trataran con el mayor cuidado al pobre y viejo lobo de mar? Presa de los nervios observaba la estrecha puerta de roble en el alto muro de piedra cubierto de hiedra. No cesaba de consultar el reloj, y se preguntaba por los motivos del retraso. ¿Habría muerto el anciano antes de revelar dónde se ocultaba el tesoro, y habría sido necesario proceder a un registro completo? Al señor Czanek no le gustaba esperar tanto a oscuras en semejante lugar. Al poco, llegó hasta él el ruido de unas ligeras pisadas o golpes en el paseo que había dentro de la finca, oyó cómo alguien manoseaba desmañadamente, aunque con suavidad, en el herrumbroso pastillo, y vio cómo se abría la pesada puerta. Y al pálido resplandor del único y mortecino farol que alumbraba la calle aguzó la vista en un intento por comprobar qué habían sacado sus compañeros de aquella siniestra mansión que se vislumbraba tan cerca. Pero no vio lo que esperaba. Allí no estaban ni por asomo sus compañeros, sino el Terrible Anciano que se apoyaba con aire tranquilo en su nudoso cayado y sonreía malignamente. El señor Czanek no se había fijado hasta entonces en el color de los ojos de aquel hombre; ahora podía ver que era amarillos.

Las pequeñas cosas producen grandes conmociones en las ciudades provincianas. Tal es el motivo de que los vecinos de Kingsport hablasen a lo largo de toda aquella primavera y el verano siguiente de los tres cuerpos sin identificar, horriblemente mutilados -como si hubieran recibido múltiples cuchilladas- y horriblemente triturados -como si hubieran sido objeto de las pisadas de muchas botas despiadadas- que la marea arrojó a tierra. Y algunos hasta hablaron de cosas tan triviales como el coche abandonado que se encontró en la Calle Ship, o de ciertos gritos harto inhumanos, probablemente de un animal extraviado o de un pájaro inmigrante, escuchados durante la noche por los vecinos que no podían conciliar el sueño. Pero el Terrible Anciano no prestaba la menor atención a los chismes que corrían por el pacífico pueblo. Era reservado por naturaleza, y cuando se es anciano y se tiene una salud delicada la reserva es doblemente marcada. Además, un lobo marino tan anciano debe haber presenciado multitud de cosas mucho más emocionantes en los lejanos días de su ya casi olvidada juventud.

Sobre el autor: clic aquí.


René Ostos;)

Una cita al día 70

"(...) La razón ha determinado las grandes revoluciones de la historia, es el punto de partida necesario de la filosofía en general y de la filosofía de la historia universal."

Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770 - 1831) Filósofo alemán.




René Ostos ;)

jueves, 15 de octubre de 2009

Una cita al día 69

"Nada se parece tanto a la injusticia como la justicia tardía".

Lucio Anneo Séneca (4 a. C., 65) Filósofo romano.













Deyanira Uriostegui

miércoles, 14 de octubre de 2009

Una cita al día 68

"Sin música la vida sería un error."

Friedrich Nietzsche (1844-1900) Filosofo alemán.






René Ostos ;)

martes, 13 de octubre de 2009

Una cita al día 67

"La vieja práctica de los tiranos es usar una parte del pueblo para tener sometida a la otra parte".

Thomas Jefferson (1743 — 1826) Tercer presidente de Estados Unidos.



Deyanira Uriostegui

Evoluciones - Fernando Delgadillo

En estos tiempos de incertidumbre que mejor que la presente canción del maestro Fernando Delgadillo para invitarnos a reflexionar.

Solo da clic en el triangulito para escucharla =D






René Ostos ;)

lunes, 12 de octubre de 2009

Una cita al día 66

"Todos somos iguales ante la ley, pero no ante los encargados de aplicarla."

Stanislaw J. Lec (1909 - 1966) Poeta y aforista de origen polaco y judío.






René Ostos ;)

domingo, 11 de octubre de 2009

Una cita al día 65

"La lectura hace al hombre completo. La conversación lo hace ágil. La escritura lo hace preciso".

Francis Bacon.
(1561 – 1626) Filósofo inglés









Deyanira Uriostegui

Gratis Todo

En una entrada anterior hablé de una página en la que podían descargar cientos de programas de manera totalmente gratuita. Pues bien, encontré otra página por el estilo, sólo que esta además de programas, tiene videos, fondos, música, videojuegos y muchas cosas más ¡Totalmente gratis!

Dicha página hace honor a su nombre gratistodo.com.

Visítenla y regresen a contarnos que les pareció =D

René Ostos ;)

Una cita al día 64

"El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas"

William George Ward (1812 - 1882) Teólogo y matemático ingles.





René Ostos;)

El Horla - Guy de Maupassant

8 de mayo

¡Qué hermoso día! He pasado toda la mañana tendido sobre la hierba, delante de mi casa, bajo el enorme plátano que la cubre, la resguarda y le da sombra. Adoro esta región, y me gusta vivir aquí porque he echado raíces aquí, esas raíces profundas y delicadas que unen al hombre con la tierra donde nacieron y murieron sus abuelos, esas raíces que lo unen a lo que se piensa y a lo que se come, a las costumbres como a los alimentos, a los modismos regionales, a la forma de hablar de sus habitantes, a los perfumes de la tierra, de las aldeas y del aire mismo.

Adoro la casa donde he crecido. Desde mis ventanas veo el Sena que corre detrás del camino, a lo largo de mi jardín, casi dentro de mi casa, el grande y ancho Sena, cubierto de barcos, en el tramo entre Ruán y El Havre.

A lo lejos y a la izquierda, está Ruán, la vasta ciudad de techos azules, con sus numerosas y agudas torres góticas, delicadas o macizas, dominadas por la flecha de hierro de su catedral, y pobladas de campanas que tañen en el aire azul de las mañanas hermosas enviándome su suave y lejano murmullo de hierro, su canto de bronce que me llega con mayor o menor intensidad según que la brisa aumente o disminuya.

¡Qué hermosa mañana!

A eso de las once pasó frente a mi ventana un largo convoy de navíos arrastrados por un remolcador grande como una mosca, que jadeaba de fatiga lanzando por su chimenea un humo espeso.

Después, pasaron dos goletas inglesas, cuyas rojas banderas flameaban sobre el fondo del cielo, y un soberbio bergantín brasileño, blanco y admirablemente limpio y reluciente. Saludé su paso sin saber por qué, pues sentí placer al contemplarlo.

viernes, 9 de octubre de 2009

Una cita al día 63

"Hereje no es el que arde en la hoguera. Hereje es el que la enciende".

William Shakespeare. (1564 - 1616). Dramaturgo, poeta y actor inglés.





Deyanira Uriostegui

Una cita al día 62

"No esperes a vivir mañana: vive hoy."

Marco Valerio Marcial (40 d.c. - 104 d.c.) Poeta latino.






René Ostos ;)

jueves, 8 de octubre de 2009

Al Corazón le vale - FSM

¿Eres un melómano incorregible, capaz de pagar cantidades exorbitantes con tal de consiguir un disco muy raro? Si respondiste que sí, esta oferta es para ti, si respondiste que no ,da igual, sigue leyendo.

En su interminable busqueda de lo extraño, lo fantástico, lo maravilloso, lo oculto, etc, un servidor se encontró con lo que bien podría calificarse como "lo más mejor" de la música. Un disco compacto del afamado intérprete, actor y político (en sus ratos libres); Felix Salgado Macedonio, alias el ¿Por qué?


El disco lleva por título "Al corazón le vale" y trae diversas canciones que van desde la balada romántica hasta el regueton y la charanga. De esta joya musical sólo se hicieron 100 copias, de las cuales un servidor es el feliz poseedor de una (las otras 99 aún estan a la venta, pero amenazan con terminarse en cualquier momento). Y, se rumora, que no sacarán más copias para hacer que el precio se dispare hasta las nubes, algo así como $20 pesos. Sin embargo, en un acto de altruismo el Sótano de las Quimeras está dispuesto a deshace... a vender su copia por la módica cantidad de $15 pesos en efectivo (o en especie), por la satisfacción de sus lectores adictos a la buena música.

Nota: Se reciben contraofertas.

René Ostos ;)

¿Como son las películas de acción en la India?

Durante años los occidentales nos hemos preguntado como son las películas de acción en la India sin haber encontrado una respuesta a esta interrogante. Este día, El Sótano de las Quimeras develará ese secreto para sus únicos dos lectores (dense cuenta de lo afortunados que son). Sin mayores preámbulos, démosle un vistazo al siguiente video.



Es evidente que han sabido combinar de manera magistral películas de Bruce Lee, los Almada, la india María, Dragon Ball y Chespirito. Sin duda, una obra maestra del séptimo arte.

René Ostos ;)

Una cita al día 61

"Obrar es fácil, pensar es difícil; pero obrar según se piensa, es aún más difícil".

Johann Wolfgang von Goethe (1749 – 1832) Poeta, novelista, dramaturgo y científico alemán.




Deyanira Uriostegui

miércoles, 7 de octubre de 2009

Loryostos's Gallery

Como ya habrán notado nuestros únicos dos lectores, a su servidor le encanta lo que al mismo tiempo es uno de sus mayores traumas*, la fotografía. No hay nada más satisfactorio (excepto la literatura) que andar por ahí capturando instantes y formas para mostrarle al mundo lo que ven tus ojos. Por esta simple razón los invito a visitar una excelente galería de fotos, una cuyo material proyecta la quintaesencia del medio fotográfico, la Loryostos's Gallery de México. En dicha galería podrán apreciar la obra de la talentosísima fotógrafa Lorena Ostos**.


The old train by ~loryostos on deviantART


Y Dios estaba ahi by ~loryostos on deviantART


Butterfly by ~loryostos on deviantART


LoryID by ~loryostos on deviantART

Como habrán podido notar las imagenes tienen derechos de autor, si quieren hacer uso de ellas, arrénglense con la creadora, ella dispondrá.

Puedes acceder a la página desde aquí.

*Por no tener una cámara decente =(
**Si, es mi prima, pero de verdad es muy buena ;)


René Ostos ;)


Una cita al día 60

"La cosa más difícil es conocernos a nosotros mismos; la más fácil es hablar mal de los demás."

Tales de Mileto
(624 AC-546 AC) Filósofo y matemático griego.






René Ostos ;)

Monos de Patricio 4




Para ver más monos de Patricio da clic aquí.

René Ostos ;)

El corazón delator - Edgar Allan Poe

¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.

Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.

Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.

Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.

Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:

-¿Quién está ahí?

Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.

Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.

Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.

Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.

Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.

¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.

Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.

Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.

Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!

Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?

Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.

Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.

Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.

Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!

-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!

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René Ostos ;)

lunes, 5 de octubre de 2009

Una cita al día 59

"Cuando los ricos hacen la guerra, son los pobres los que mueren".

Jean-Paul Sartre (1905 – 1980) Filósofo, escritor y dramaturgo francés




Deyanira Uriostegui